Hoy vamos a hablar sobre un tema muy importante para muchos padres y madres: qué hacer cuando nuestros hijos no nos respetan.
Es una situación muy común en la que muchos padres se sienten frustrados, impotentes y a veces incluso desesperados.
Por eso, aquí voy a darte algunas claves para entender por qué sucede esto y cómo puedes abordarlo de manera efectiva. Aprenderás lo que hay que evitar, lo que hay que cambiar, lo que hay que aprender y lo que hay que reparar.
Recuerda que todos los jueves en el programa Espacio Abierto de Marcelino Hernández, en Xanadú Radio Tenerife, dedico un espacio para darte herramientas de crecimiento personal para niños y jóvenes. Aquí podrás leer el episodio transmitido durante el programa.
Pero si prefieres escucharlo, lo tienes en mi canal de Youtube:
Lo primero que debemos hacer para conseguir el respeto de nuestros hijos, es entender por qué ese niño, niña o adolescente no nos respeta. En muchos casos, esto se debe a que están en una etapa de desarrollo en la que buscan su independencia y su propia identidad. Es normal que quieran desafiar a la autoridad y establecer sus propias reglas. Además, en algunos casos, la falta de respeto puede ser una señal de que algo está pasando en su vida que les está generando estrés, ansiedad o frustración. Por lo tanto, es importante que no tomemos esto de manera personal, sino que intentemos entender qué hay detrás de su comportamiento. Recuerden lo que les he comentado en otros episodios… No es personal, es cerebral.
Y para entender qué está pasando por esa cabecita, debemos analizar cuál es su concepción del mundo.
La concepción del mundo que tiene cada persona determina su comportamiento, entonces podemos decir que un niño que discute con sus padres, que ignora sus órdenes y que los ofende, es un niño cuya concepción del mundo le indica que así es como se debe comportar.
La concepción del mundo o cosmovisión, no es algo que aparezca por arte de magia, se va formando a través de la experiencia, por lo tanto, si tenemos un niño irrespetuoso, antes que nada debemos preguntarnos:
¿Qué estoy haciendo yo o que no estoy haciendo que le hace creer a mi hijo que me puede faltar al respeto?
Muchos responderán: “es que no lo sé…” Sin embargo, allí es donde radica el problema: si queremos cambiar la cosmovisión de los hijos primero debemos identificar las partes de nuestra concepción del mundo que como padres que debemos cambiar. Es decir, aquellas cosas que nosotros creemos que deberían ser pero que en realidad deben ser de otra manera.
Para que me entiendan vamos a comentar algunos ejemplos:
La creencia de que los padres deben ser amigos de sus hijos, o de que si son firmes los van a traumar… Estos son ejemplos de cosmovisiones que alimentan la falta de respeto de los hijos, porque aunque fomentar la comunicación abierta y una relación basada en la confianza es de suma importancia, esto no quiere decir que se conviertan en su colega, o amiguete, porque perderían autoridad, que es imprescindible para poner límites. Ser firmes no quiere decir ser inflexibles. Siempre actuando desde la coherencia y la justicia.
Si quieren ser amigos de sus hijos, piensen que un verdadero amigo es el que es el que te detiene cuando haces algo mal, es el que te señala tus errores, el que te respeta y sabe hacerse respetar. Así que si quieren insistir en ser amigos de sus hijos, adelante, pero por lo menos asegúrense de no convertirte en el amigo de mala influencia.
Otro ejemplo de creencias erradas que les hacen perder autoridad, es creer que como padres nuestra obligación es darle todo a nuestros hijos. Y aunque parezca un poco rudo, muchos piensan que deben resolverles la vida, hacerles todo fácil, complacer sus caprichos, y con esto sólo están sembrando la cosmovisión de que los padres son esclavos que viven para servir a sus hijos.
Déjenme decirles que lo que facilita, debilita. Y para el que esté convencido que realmente debe darle todo a sus hijos, pues sí, dale todo. Y todo implica todo, incluido retos, carencias, necesidad de esforzarse, obligaciones y compromisos…
Lo que quiero que comprendan es que a los hijos no solo hay que satisfacerles sus necesidades básicas de educación, afecto, alimentación, etc.… Hay que enseñarles a superar las dificultades, a levantarse tras los tropiezos, y a entender que los aspectos difíciles de la vida pueden superarse con constancia y disciplina.
De manera opuesta a esto que venimos conversando, está la falsa creencia de aquellos que piensan que los castigos y los golpes son el mejor camino para imponer autoridad. Comprendan entonces que los niños que viven en hogares donde no se les respeta, donde se les humilla, se les agrede, donde no se les escucha, donde no se juega con ellos, donde no se reconocen sus logros y para completar, donde se les quiere forzar por medio de la intimidación y las amenazas, son los más irrespetuosos, y esta falta de respeto es la más agresiva.
Estos casos pueden ser un gran reto, especialmente cuando los padres provienen de hogares violentos donde se les construyó la creencia de que agredir e intimidar son la mejor forma de resolver los problemas. En estas situaciones, lo más importante es trabajar primero con los padres para cambiar su cosmovisión y ayudarle a generar una visión más saludable, más cariñosa y sobre todo más inteligente de cómo tratar a los hijos y cómo manejar las circunstancias de la vida sin violencia.
Un problema muy común es tener la mezcla de padres permisivos con padres autoritarios, incluso dentro o fuera de la unidad familiar, porque también puede observarse en padres que se han separado y llevan estilos opuestos de educación. Y esto realmente empeora el conflicto.
Los extremos no son buenos… Ya vimos que no se debe ser ni un padre o madre permisivo ni tampoco una madre o padre autoritario. Pero peor aún es tener un padre o madre que sea permisivo, otro que sea agresivo, y que vivan en guerra entre ellos. Es como si la familia tuviese dos cabezas que viven en guerra eterna. En estos casos, se exaltan los efectos negativos de cada tipo de error, pues lo que suele pasar es al progenitor permisivo parece que se le quiere, pero en realidad se le trata bien por conveniencia, y al progenitor agresivo parece que se le hace caso, pero en realidad se le tiene miedo y resentimiento.
Para resolver una familia con dos cabezas, es importante unificar el mensaje que se le transmite a los hijos, que ambos aprendan el uno del otro, de manera que el permisivo aprenda a ser más firme y el agresivo a ser más relajado.
La clave para que la otra parte progenitora acepte cooperar, es enseñar con el ejemplo, y tomar la postura de «ayúdame a aprender de ti» y no de «yo soy el que sabe cómo criar al niño”. Ya sé que es una situación que puede ser complicada, más aún si se trata de progenitores separados, pero a veces debemos ceder y poner el bienestar de los hijos delante de nuestro ego.
Cabe aclarar que esto mismo es aplicable cuando son los abuelos o cualquier otra persona los que merman nuestra autoridad, que es muy común porque suelen colaborar mucho en la crianza de los hijos, y llevan a cuestas parte de la responsabilidad de la atención de los niños. En ese caso, debemos dejar claro que aunque estamos dispuestos a aprender de ellos, los padres tienen la última palabra, y deben respetar el modelo educativo que se lleva dentro del hogar.
Es importante, así mismo, tener en cuenta que como madres o padres debemos ser coherentes, y adaptar nuestro modelo educativo a las circunstancias del hogar, a la edad del niño o niña, y a su personalidad. No es lo mismo gestionar el comportamiento de un niño de 2 o 3 años, que el de un adolescente. Tengamos mucha paciencia, y cuanto antes comencemos a sembrar en ellos el respeto hacia nuestra imagen, mejor, pues reduciremos las probabilidades de que surjan desequilibrios en el futuro, que sean difíciles de manejar.
Ahora bien…
Una vez que entendemos por qué sucede, que hemos analizado nuestra cosmovisión, es decir, nuestra manera de ver el mundo y hemos detectado nuestros patrones de conducta que están potenciando que nuestros hijos no respeten nuestra imagen, lo siguiente es obrar en consecuencia y cambiar nuestra actitud.
Si somos muy permisivos, pues actuar con más firmeza… Si somos muy autoritarios, intentar relajarnos un poco y ser más amorosos y flexibles. Si nuestros hijos están recibiendo mensajes opuestos porque vivimos en un hogar de dos cabezas, o porque sus progenitores están separados y manifiestan roles marcadamente opuestos, pues intentar unificar el mensaje desde la comprensión y cooperar entre todos para no confundir y agravar la situación.
Y cuando ya hemos hecho lo posible y mejorado la parte que nos corresponde como padres, pues ahora es el momento de establecer límites claros y consecuencias para cuando nuestro hijo no nos respete. Esto significa que debemos comunicar de manera clara y firme qué comportamientos son aceptables y cuáles no lo son, y qué consecuencias habrá si no se respetan los límites. Es importante ser coherentes en la aplicación de las consecuencias y no ceder ante el chantaje emocional o la manipulación.
No olvidemos, por supuesto, que otro aspecto importante es fomentar la comunicación y el respeto mutuo en la relación con nuestro hijo. No podemos exigir respeto si nosotros no respetamos. Esto significa que debemos estar dispuestos a escuchar lo que tienen que decir, respetar sus opiniones y sentimientos, y tratar de llegar a acuerdos que satisfagan a ambas partes. Es importante que les mostremos que estamos dispuestos a escuchar y a entender su punto de vista, aunque no siempre estemos de acuerdo con ellos.
Finalmente, si hemos intentado todo lo anterior y seguimos teniendo problemas para establecer una relación de respeto con nuestros hijos, siempre pueden contar con un profesional que les ayude a entender mejor la situación y a encontrar soluciones efectivas para mejorar la relación con nuestro hijos.
En resumen, si vuestros hijos no los respetan, no se desanimen… Es una situación común en la que muchos padres se encuentran. Lo importante es entender por qué sucede, establecer límites y consecuencias claras, fomentar la comunicación y el respeto mutuo, y buscar ayuda si es necesario. Recuerden que la relación con vuestros hijos es una de las más importantes que tendrán en la vida, y que vale la pena trabajar en ella para que sea positiva y saludable para ambos.