Cómo sanar las heridas de la infancia

¿Alguna vez has sentido que hay heridas de la infancia que aún no se han sanado? Es común que nuestra crianza y experiencias tempranas dejen marcas en nosotros, pero la buena noticia es que estas heridas pueden sanar.

Porque además, trabajar sobre nuestro propio bienestar emocional, siempre podrá minimizar los daños colaterales que podamos causarles a nuestros hijos con nuestro comportamiento.

Recuerda que todos los jueves en el programa Espacio Abierto de Marcelino Hernández, en Xanadú Radio Tenerife, dedico un espacio para darte herramientas de crecimiento personal para niños y jóvenes. Aquí podrás leer el episodio transmitido durante el programa.

Pero si prefieres escucharlo, lo tienes en mi canal de Youtube:

Lo primero entonces, es que tenfgamos claro qué son las heridas de la infancia.

Puede decirse que son eventos traumáticos o experiencias dolorosas que ocurren durante la niñez y que pueden tener un impacto duradero en la salud emocional y mental de una persona. Estos eventos pueden ser diversos, como el abuso físico, emocional o sexual, el abandono, la negligencia, la violencia doméstica, el divorcio de los padres, la muerte de un ser querido, el acoso escolar, entre otros.

Estas heridas pueden dejar cicatrices emocionales profundas y afectar la forma en que una persona se relaciona con los demás, cómo se percibe a sí misma y cómo maneja el estrés y las situaciones difíciles. También pueden influir en la forma en que los adultos criamos a nuestros propios hijos, ya que las experiencias de la infancia pueden afectar la forma en que vemos el mundo y nos relacionamos con los demás.

Por ello, es importante reconocer y tratar las heridas de la infancia para poder avanzar hacia una vida más saludable y satisfactoria. Buscar la ayuda de un profesional de la salud mental puede ser útil en este proceso, ya que pueden proporcionar herramientas y técnicas para manejar el dolor emocional y los traumas.

¿Cómo se detectan las heridas emocionales de la infancia?

Este puede ser un proceso complejo y no siempre es fácil de identificar. Algunas personas pueden experimentar síntomas claros y tangibles, mientras que otras pueden no ser conscientes de su impacto en su vida diaria.

De lo que se trata es de identificar los acontecimientos que nos afectaron y no fueron asimilados por nuestra psique, que son los que condicionan nuestra vida de adultos determinando nuestras respuestas, la forma de relacionarnos y el modo en el que nos sentimos.

¿Y cómo los identificamos?

Una herida emocional se detecta por el mecanismo de defensa o máscara que activa. Es hacer consciente el mecanismo de defensa que hemos activado para contrarrestar la herida. Y para simplificar este análisis, numerosos profesionales e investigadores coinciden en que los sufrimientos del ser humano pueden resumirse en cinco heridas.

Lise Bourbeau, es una autora canadiense especializada en el desarrollo personal y espiritual. En su libro Las cinco heridas que impiden ser uno mismo, Bourbeau describe las cinco heridas emocionales que pueden afectar nuestra vida y nuestras relaciones. Estas cinco heridas son las siguientes: el rechazo, el abondono, la humillación, la traición y la injusticia.

Ahora veremos cada una de ellas, busca papel y lápiz y toma nota, para que analices si te identificas con alguno de estos patrones y hagas consciente cuál de ellos puede estar limitando tu felicidad. Así mismo, veremos cómo podemos sanar cada caso.

Rechazo: esta herida se desarrolla cuando una persona experimenta abandono o exclusión en la infancia. Las personas que sufren el rechazo, pueden tener dificultades para establecer relaciones sanas y para aceptarse a sí mismas, incluso, tener baja autoestima. Puede tratarse de hijos no deseados o que se deseaba que fuera de un determinado género y nació con el género contrario, por ejemplo. Esta herida suele derivarse principalmente de la relación con el progenitor del mismo sexo… Las personas que ham sufrido esta herida suelen ser perfeccionistas, intelectuales y desapegados de lo material. Se sienten carentes de valor y buscan la soledad. Tienden a hacerse invisibles y encuentran el modo de huir. Se sienten incomprendidas y con dificultades tanto en lo sexual como para habitar su niño interior.

Esta herida se sana cuando comenzamos a ocupar nuestro lugar más a menudo y nos reafirmamos y empoderamos. Cuando enfrentamos esos temores y dejamos de huir de las situaciones que nos dan miedo.

Abandono: esta herida se desarrolla cuando una persona experimenta abandono físico o emocional. Surge a raíz de sentir la carencia de muestras de afecto, especialmente con el progenitor del sexo contrario. Las personas que sufren esta herida pueden tener dificultades para establecer relaciones estables y pueden sentir un miedo constante a ser abandonadas. La máscara o mecanismo de defensa que protegerá a esta persona cuando se sienta abandonada o susceptible de serlo, será la dependencia. Este tipo de personas, expresa un carácter con rasgos de víctima, con dificultad para tomar decisiones y para aceptar un “no”. Necesitan atención y apoyo. Son más inestables emocionalmente y de llanto fácil. Son mentales, les gusta tener espectadores y aunque se retraen físicamente de los demás, les gusta el sexo. Son personas que, en realidad, van buscando la independencia para poder sanar el abandono. Pero en realidad no les gusta estar solas. Buscan desesperadamente todo tipo de actividades con las que ocuparse y su necesidad de dependencia puede llegar hasta el extremo de soportar situaciones indeseables por no quedarse sin compañía.

El primer paso para superar la herida del abandono es enfrentar el temor a  apegarnos excesivamente a los demás. Buscar la manera de sentirnos cada vez mejor con nosotros mismos cuando estamos solos.

Humillación: esta herida se desarrolla cuando una persona es ridiculizada o humillada en la infancia. Las personas que sufren esta herida pueden tener problemas de autoestima y pueden tener dificultades para aceptar críticas constructivas. Tiene que ver con la carencia de libertad y la sensación de humillación debido al control del progenitor. Puede originarse a raíz de progenitores que se han avergonzado de algún comportamiento del niño/a y han censurado esa acción humillando al pequeño/a de alguna manera. O cuando hay un excesivo control cuando el niño/a realiza actividades propias de la infancia, como salir a jugar, etc… La máscara o mecanismo de defensa que se genera es el masoquismo. Así, esta persona buscará la satisfacción, e incluso el placer, sufriendo. Volverá a buscar la humillación la mayor parte de las veces. La persona que ha sufrido la herida de la humillación se avergüenza de sí misma y de los otros o teme avergonzarles. Es una persona hipersensible. Siente vergüenza en el plano sexual y se satisface comiendo. Su mayor temor es la libertad, pero cuando dispone de ella no sabe autorregularse, sea en el plano físico, comiendo demasiado, por ejemplo; en el terreno académico o profesional, trabajando sin medida; o en el aspecto económico gastando mucho, etc.

La herida de la humillación va sanándose cuando comenzamos a reconocer nuestras necesidades, cuando dejamos de ponernos límites y de creer que somos personas molestas y ocupamos nuestro lugar de forma adecuada y respetuosa con nosotros mismos.

Traición: esta herida se desarrolla cuando una persona experimenta traición, engaño o deslealtad en la infancia. Las personas que sufren esta herida pueden tener dificultades para confiar en los demás y pueden experimentar problemas de control emocional. Surge a raíz de la pérdida de confianza o expectativas no satisfechas en la conexión con el amor o la sexualidad. La máscara o mecanismo de defensa de la persona con herida de traición es el control. Usa este mecanismo de defensa para asegurarse de que mantendrá sus compromisos, para ser fiel y responsable o para garantizar que los demás actúen igual. La persona con esta herida se siente responsable y fuerte. No cumple sus compromisos o para hacerlo debe esforzarse. Miente a menudo. Es manipuladora y seductora. Impaciente, intolerante, con muchas expectativas y cree tener siempre la razón. No muestra vulnerabilidad y le cuesta confiar en los demás.

El aprendizaje para superar esta herida consiste en confiar, soltar, permitir que los demás también intervengan y disfrutar mucho más del proceso. Moderar el modo en que vivimos nuestras emociones, atender nuestras necesidades, dejar de intentar controlar siempre los resultados y no pretender que siempre sucedan las cosas según lo planeado. Liberarnos de ser el centro de atención, aún cuando conseguimos logros y no necesitar constantemente del reconocimiento de los demás.

Injusticia: esta herida se desarrolla cuando una persona experimenta una injusticia o una falta de equidad en la infancia. Las personas que sufren esta herida pueden sentirse víctimas de circunstancias fuera de su control y pueden tener dificultades para aceptar responsabilidad por sus acciones. Esta persona mantiene un carácter perfeccionista y envidioso. Actúa para destacar y ser perfecta. Dinámica y optimista. Presenta dificultad para pedir ayuda y para recibir. No admite tener problemas. Se exige y se controla mucho. Le gusta el orden. Rara vez se enferma. Es fría y le cuesta mostrar afecto. De apariencia sensual. Su mayor temor es la frialdad. Le cuesta aceptar su propia frialdad y la de los demás. Hace todo lo posible por mostrarse cálido, cree que en realidad es afectuoso y no se da cuenta que los demás le perciben frío. Se considera también una persona sumamente justa y armoniosa. Es fiel con sus amigos, aunque es percibido como seco y tenso.

Esta herida de la injusticia se sana cuando aprendemos a reconocer nuestras cualidades alejándonos de la crítica. Cuando aprendemos a ver no solo los errores, sino también los aciertos  los logros. Cuando nos alejamos del perfeccionismo y nos acercamos a la excelencia. Y cuando aprendemos a mostrar la sensibilidad y podemos llorar delante de otros, mostrándonos  vulnerables y abriéndonos a los demás con honestidad.

Ya han detectado qué herida llevan en esa mochila…? Espero que esta información les haya ayudado a identificarla. Con más o menos impacto, todos tenemos algo que superar.

Finalmente, aunque ya tenemos claro que estas heridas pueden influir en nuestra vida y en nuestras relaciones si no se tratan adecuadamente, seamos también conscientes que Identificarlas y trabajar en su curación, puede ayudarnos a alcanzar una vida más plena y satisfactoria.

Es importante destacar que independientemente de la herida que debamos trabajar, el primer paso para su superación es ser sinceros con nosotros mismos, identificar el patrón de conducta que tenemos y analizar el mecanismo de defensa que hemos activado.

Durante este proceso, es muy normal que se despierten sentimientos de rabia, sufrimiento y rebeldía o acusación hacia nuestros progenitores. Pero debemos entender que nuestros padres probablemente pasaron por situaciones similares con heridas muy parecidas. Y que ellos lo han hecho lo mejor que han podido con las herramientas que tenían. Podemos entonces, desarrollar sentimientos de compasión hacia ellos, perdonarlos, y cuando lo hagamos, sentiremos un gran alivio. Cuando nos demos cuenta de que no necesitamos máscaras, ni mecanismos de defensa porque  ya no existe ninguna amenaza, y que podemos ser nosotros mismos, la vida cobrará otro color y significado.

No puedo terminar este programa sin aconsejarles algo que considero no sólo importante sino necesario… Y es el hecho de que pongan la intención en analizarse ustedes mismos, porque en la medida en que se conviertan en individuos más plenos y felices, también lograrán ejercer su labor de padres o madres o educadores de forma más coherente y asertiva.

Comprendan que al sanar las heridas que puedan estar arrastrando desde la infancia, también disminuyen las posibilidades de herir a vuestros hijos con su comportamiento y causar un daño colateral que ellos también arrastrarán hasta llegar a la adultez. Reflexionen entonces: están ejerciendo algún comportamiento producto de alguna herida de la infancia sobre sus hijos, aún sin querer?

…La respuesta la encontrarán dentro de vosotros mismos.

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